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Ontología del suicidio

  • Foto del escritor: Consultorías Stanley
    Consultorías Stanley
  • 29 nov. 2023
  • 24 Min. de lectura

Actualizado: 11 mar.


El suicidio de Hamlet oscila entre la razón y la locura
Hamlet, por Hugo Noël Santander, Suicidio como solución al dolor

Tanto Sócrates, como Séneca, Shakespeare, Hume, Albert Camus, Sylvia Plath y Jorge Luis Borges prescribieron que nuestra libertad nos permite abandonar este universo cuando nos sintamos agobiados por dicha ilusión, sea ya una deuda financiera onerosa, un amor desairado, la esclavitud o la enfermedad. Cioran se jacta en sus escritos de vivir con la idea diaria de suicidarse; su aforismo manifiesta la libertad inherente a quienes sienten desapego por la existencia, o simplemente viven sin temor a la muerte.


La duda en Hamlet


Hoy que los jóvenes buscan su identidad con una masa que protesta manipulada por un demagogo, o en ideologías que prometen definir su sensibilidad, Hamlet continúa reivindicando, en la adolescencia de todos los hombres y mujeres, el derecho a la independencia, la unicidad, la libertad, la rebeldía y, sobre todo, la voluntad de existir. Tras las tragedias que expiaban la hybris de las familias griegas, tras la colectivización de las etnias que conformaron el imperio romano y tras la fraternidad de la iglesia medieval, Shakespeare y Cervantes formalizan el carácter individual en la literatura.

Ontología de la sinceridad


Cuando Rosencrantz y Guildenstern abordan a Hamlet para averiguar la causa de su melancolía, el Príncipe les recrimina por querer arrancarle el corazón a su misterio.


HAMLET

¡Mira ahora qué indigna cosa haces de mí!

Jugarías conmigo; se diría que conoces mis paradas;

Arrancarías el corazón de mi misterio


Hamlet es el príncipe que se niega a actuar como un príncipe; como Santo Tomás sabe que el hombre es un ser que alberga todos los talentos, y su mayor frustración es descubrir en su amada Ofelia y en su posible suegro Polonius, las características propias al hombre y a la mujer de mundo: cautelosos al hablar, aduladores, complacientes, oportunistas, aparentemente pacientes y felices.

Mientras que la educación universitaria es, sobre todo, una educación en el arte de la hipocresía o, como lo diría Rochefocauld, en el arte de encerrar el propio desasosiego dentro del corazón[i], Hamlet elige, por contraste, la locura, y, a partir de ella, el desenmascaramiento no sólo de la farsa de sus coetáneos, sino así mismo de su frivolidad. En el diálogo que sostiene con sus antiguos amigos de colegio, Rosencrantz y Guildenstern, Hamlet tortura a la audiencia con su franqueza sobre su melancolía, y su desprecio por aquellos que, como la mayoría, se ejercitan en el arte de la mentira.


HAMLET

¿Por qué? Nada que no sea al

propósito. Ustedes, cuyas

modestias no tienen la habilidad

necesaria para colorearlo. Conozco

a los dueños de la compañía y fue

el presidente, mi tío, quien las

mandó llamar.


Rosencrantz y Guildenstern se miran entre sí.

ROSENCRANTZ

(furiosa)

¿Con qué fin?

HAMLET

Que ustedes me adoctrinen. Pero

permítanme conjurarlos por los

derechos de nuestra camaradería,

por la consonancia de nuestra

juventud, por la obligación de

nuestro amor siempre preservado,

y por lo que quiera que sea más

querido por un proponente más

hábil que los presione con todo,

sean llanas y directas conmigo

sobre si fueron enviados o no.

ROSENCRANTZ

(a Guildenstern)

¿Qué dices?

HAMLET

¡No! Entonces, ya tengo un ojo

tuyo. Si me aman, no lo retengan.

GUILDENSTERN

Señor mío, fuimos enviados.

HAMLET

Les diré el porqué; así mi

anticipación prevendrá su

descubrimiento, y el secreto entre

ustedes y mis padrastros no será

manchado de traición. Últimamente,

si bien desconozco la razón, he

abandonado el hábito de mis

ejercicios, he perdido mi gozo, y

de con un impacto tan pesado para

mi constitución, que este cuadro

óptimo, la tierra, no me parece

sino un promontorio baldío. Este

excelente pabellón, el aire,

mírenlo, este firmamento

sobreimpuesto y bravío, este

cielorraso majestuoso bruñido de

fuegos dorados, ¿por qué? no es

para mí otra cosa que una sucia y

pestilente congregación de

vapores. ¡Qué obra de arte tan

grande es un hombre! ¡Qué tan

noble en su razonamiento! ¡Qué tan

infinita en su facultad! En forma

y movimiento, ¡qué expresiva y

admirable!¡En acción es como

un ángel! ¡En aprensión es

como un Dios! ¡La belleza del

mundo! ¡El parangón de

los animales! Y aun así, ¿qué es

esta quintaesencia de arcilla?

El hombre no me deleita...


El panegírico anterior a la humanidad es refutado por el mismo Hamlet cuándo lo contextualiza bajo el yunque de la razón:


Qué es un hombre

Si su principal bien y mercado de su tiempo

¿Sólo para dormir y alimentarse? Una bestia, nada más.

Seguro que el que nos hizo con tan amplio discurso,

Mirando el antes y el después, no nos dio

Esa capacidad y razón divina

Para permanecer en nosotros sin usar. Ahora bien, ya sea

Olvido bestial o algún escrúpulo cobarde

De pensar con demasiada precisión en el evento

(Un pensamiento que, descuartizado, sólo tiene una parte

sabiduría y siempre tres partes de cobarde), no lo sé.


Dichos dilemas surgen a lo largo de toda la obra de teatro de Shakespeare, y reflejan las variaciones que sufrimos a lo largo de nuestras vidas sobre temas esenciales como lo que somos, lo debemos ser, lo que debemos creer, la razón para la cual existimos, etc.

Ontología de lo paranormal


La presencia del fantasma, lejos de ser un artilugio dramático, confronta a lectores y espectadores con el mundo invisible e inmaterial. Anterior a su presencia, Hamlet ya reflexionaba sobre Dios, los ángeles, los demonios, el infierno, el limbo, el paraíso y la posibilidad de la inmortalidad.

En contraste con los héroes de los autos sacramentales españoles, Hamlet no es un devoto creyente; al igual que Kant, reconoce su incapacidad para demostrar o refutar lo trascendental, la cosa en sí. Sin embargo, todo cambia cuando, confirmando las sospechas expresadas por Hamlet al inicio de la obra acerca de la relación ilícita entre su madre y su tío, el fantasma de su padre se le persona. La escena en que Hamlet padre clama venganza es la epifanía que moldea el destino de Hamlet hijo:


HAMLET

¡Oh alma profética mía! ¡Mi tío!


FANTASMA

Ay, esa bestia incestuosa, esa adulterada,

Con brujería de su ingenio, con regalos traidores—

¡Oh ingenio y dones malvados que tienen el poder!

¡Así que seducir!—ganado a su vergonzosa lujuria

La voluntad de mi reina más aparentemente virtuosa.

¡Oh Hamlet, qué caída había allí!

De mí, cuyo amor era de esa dignidad

Que iba de la mano hasta con el voto

Le hice en matrimonio, y declinar

Sobre un desgraciado cuyos dones naturales eran pobres

A los míos.

Pero la virtud, como nunca será conmovida,

Aunque la lascivia lo corteje en forma de cielo,

Entonces, la lujuria, aunque unida a un ángel radiante,

Se saciará en un lecho celestial

Y aprovecharse de la basura.

Pero suave, creo que huelo el aire de la mañana.

Breve déjame ser. Durmiendo dentro de mi huerto,

Mi costumbre siempre de la tarde,

En mi hora segura, tu tío robó

Con jugo de hebona maldita en vial

Y en los porches de mis oídos se derramó

El destilado leproso, cuyo efecto

Tiene tal enemistad con la sangre del hombre.

Que veloz como el mercurio recorre

Las puertas naturales y callejones del cuerpo,

Y con un repentino vigor posee

Y cuajada, como excrementos ansiosos en la leche,

La sangre fina y sana. También lo hizo el mío

Y un instante más tarde ladró,

Muy parecido a un lázaro, con una corteza vil y repugnante.

Todo mi cuerpo terso.

Así estaba yo durmiendo de la mano de un hermano.

De vida, de corona, de reina de una vez despachada,

Cortada, incluso en las flores de mi pecado,

Sin hogar, decepcionado, sin experiencia,

No se hizo ningún cálculo, pero se envió a mi cuenta.

Con todas mis imperfecciones en mi cabeza.

¡Oh horrible, oh horrible, horrorísimo!


Entablar un diálogo con fantasmas no implica necesariamente su creencia en ellos. El Príncipe reflexiona casi de inmediato sobre la naturaleza sobrenatural de esa aparición. Al igual que Buñuel, Hamlet no se enreda en debates sobre lo paranormal; más bien, reconoce la existencia del fantasma con quien conversa y lo trata con la misma cautela que a los vivos.


ESPECTRO:

Soy el espíritu de tu padre,

Condenado a vagar durante un tiempo fijo por la noche,

Y durante el día, confinado a ayunar en el fuego,

Hasta que los crímenes viles cometidos en mis días de vida natural

Sean quemados y purgados. Pero se me prohíbe

Revelar los secretos de mi prisión,

Podría contar una historia cuya palabra más leve

Aterrorizaría tu alma, helaría tu joven sangre,

Haría que tus dos ojos, como estrellas, salieran de sus órbitas,

Tus nudosas y enmarañadas cerraduras se separarían,

Y cada cabello en particular se erizaría,

Como púas en el temible puercoespín.

Pero esta eterna heráldica no debe ser

Escuchada por oídos de carne y hueso. Escucha, escucha, ¡oh escucha!

Si alguna vez amaste a tu querido padre—


Educado en la Biblia y los clásicos griegos y antiguos, Hamlet cuestiona las intenciones de su padre en busca de venganza, especialmente cuando el espectro mismo, según él, soporta los tormentos del limbo. Sus penas suscitan en la mente del sensible Hamlet preguntas sobre la verdadera naturaleza de la aparición, llevándolo incluso a cuestionar si ha pactado con un demonio que asume la forma de un difunto:


El espíritu que he visto.

Puede ser un diablo, y el diablo tiene poder.

De asumir una forma agradable; sí, y tal vez,

Por mi debilidad y mi melancolía,

Como él es muy potente con estos sentimientos,

Abusa de mí para condenarme.


Hasta hoy se ha presumido que estos versos de Hamlet hacen referencia a la maldición dirigida a Claudius, aunque también podrían entenderse como el resentimiento o el deseo de venganza de su padre. Esta ambigüedad nunca es fortuita en los grandes poetas.


El tiempo está desarticulado: ¡oh maldito desprecio,

que naciera yo para enmendarlo!


Basándose en la interpretación tradicional de estos versos, Goethe caracteriza a Hamlet como "vacilante" ("schwankend"), debido a su indecisión y su conflicto interno entre dos mundos, lo que le impide vengarse y llevar a cabo el asesinato de su padrastro.


“Shakespeare, en este caso, quiso representar los efectos de una gran acción sobre un alma que no está preparada para llevarla a cabo (…) Una naturaleza encantadora, pura y altamente moral, pero sin la fuerza de nervio que hace a un héroe, se hunde bajo una carga que no puede soportar ni desechar. Todos los deberes le son sagrados: el presente es demasiado abrumador. Se le exigió lo imposible, no imposible en sí mismo, pero sí para él. Se retuerce y se atormenta, avanza y retrocede; está constantemente sumido en sus pensamientos, se absorta en sus pensamientos; finalmente, casi se le escapa su objetivo de la mente, sin recuperar, sin embargo, su paz interior[ii]”.


Goethe no escribe sin agudeza. Hamlet encuentra su primera oportunidad de vengar al fantasma cuando descubre a Claudius a solas en la capilla orando y considera la posibilidad de manchar el altar con sangre. Sin embargo, en la Inglaterra de Santo Tomás Beckett, esto equivaldría a una condenación por profanación. Aunque Hamlet se muestra decidido en un principio, retrocede al pensar en la bendición que otorgaría a su fratricida tío.


HAMLET

Ahora, justo cuando está orando

lo hago, y, entonces, él va al cielo,

y entonces obtengo mi venganza: un

villano mata a mi padre, y, ante eso,

yo, su único hijo, envío a ese mismo

villano al cielo. Eso sería contratación

y salario, no venganza.

Se podría argumentar que el carácter de Hamlet no es titubeante, sino trascendentalmente cauteloso, como lo demuestra el denuedo de Hamlet al herir de muerte a Polonius, a quien confunde con Claudius en la alcoba real.


POLONIO (detrás del tapiz)

¡Qué carajo! ¡Ayuda!


HAMLET

¿Quién anda ahí? ¿Una rata?


Hamlet mata a Polonio atravesándole con un estoque.

a través de las alfombras.

HAMLET

(continuando)

¡Muerto! ¡Por un peso, muerto!


POLONIUS

¡Oh, me han matado!

GERTRUDE

¡Oh, Dios! ¿Qué has hecho?

HAMLET

(continuando)

No; no lo sé: ¿Es el Rey?


Hamlet asesina a Polonius, pero casi de inmediato se llena de remordimientos. Más tarde, se atormenta por haber desencadenado la locura de Ofelia como resultado de sus acciones. Este sentimiento de culpa lo lleva a recriminarse y pedir perdón a Laertes en el preludio de la escena final. Su naturaleza lírica y compasiva lo aleja cada vez más de la violencia. De hecho, en uno de sus monólogos más conmovedores, Hamlet le dice a Horacio que no hay que temer a la muerte, ni siquiera en medio de una inminente emboscada.

Ontología del nihilismo


La sensibilidad de un hombre del siglo de los grandes estrategas militares es hoy desafiada por el propio Shakespeare, quien está más cerca de nuestra era global. Goethe, al igual que García Márquez, admiraba a los hombres de carácter dominante y conquistador, como Napoleón, quien destruyó su mundo en busca de un poder efímero. "Voilà un homme" ("He aquí un hombre"), fue la elogiosa bienvenida que le dio Goethe al Emperador francés después de que este hubiera masacrado a sus compatriotas. Si la mayoría de los líderes modernos fueran como Napoleón o Fidel Castro, el mundo ya habría estallado en una hecatombe nuclear. Por otro lado, el carácter de Hamlet es más universal: "encantador, puro, noble y, sobre todo, de naturaleza moral", en palabras del propio Goethe. Sus apreciaciones ya fueron contrastadas por Oscar Wilde en "La Decadencia de la Mentira" ("The Decaying of Lying"):


“Schopenhauer ha analizado el pesimismo que caracteriza el pensamiento moderno, pero Hamlet lo inventó. El mundo se ha vuelto triste porque una vez un títere fue melancólico. El nihilista, ese extraño mártir que no tiene fe, que va a la hoguera sin entusiasmo y muere por aquello en lo que no cree, es un producto puramente literario[iii]”.


Hamlet, en realidad, no perpetra un segundo asesinato. Tal y como lo enseñé en mi adaptación de la obra de Shakespeare al cine “Hamlet de América”, “Hamlet Unbound” (2012), Claudius se suicida presa de remordimiento por haber envenenado accidentalmente a su amada Gertrudis; Hamlet solo corea y lo apoya en su decisión. La didascalia que indica que el Noble Hamlet le da a beber su veneno fue añadida –como todas las didascalias de Shakespeare– por editores posteriores a su muerte:


HAMLET

Aquí, incestuoso, asesino y maldito danés,

Bebe esta pócima. ¿Está aquí tu unión?

Sigue a mi madre.


Wilde comprendió mejor que Goethe la desidia de Hamlet hacia el acto de vengarse, y explica que la función social de Hamlet no era el sicariato, sino la expresión universal de un sentimiento con fines terapéuticos ­–como lo fue la catarsis de la tragedia griega para Aristóteles­:


“¿Tienes una pena que corroe tu corazón? Sumérgete en el lenguaje del dolor, aprende su expresión del príncipe Hamlet y de la reina Constanza, y descubrirás que la mera expresión es una forma de consuelo, y que la Forma, que es el nacimiento de la pasión, es también la muerte del dolor[iv].”


El Homo Sentimentalis que analizaría Milan Kundera en un capítulo de su novela “La Inmortalidad” aborda también las consecuencias de dicho legado en la cultura europea:


“El homo sentimentalis debe definirse no como una persona que experimenta sentimientos (porque todos somos capaces de experimentarlos), sino como una persona que los ha establecido como valores. Tan pronto como el sentimiento se considera un valor, el mundo quiere sentirlo; y como todos estamos orgullosos de nuestros valores, la tentación es grande de mostrar nuestros sentimientos[v]”.


Dicha línea de exponer nuestros sentimientos es el culmen del precepto prescrito por Horacio en su "Ars Poetica" (El arte poética):


Si vis me flere, dolendum est Primum tibi est[vi]


Que se traduce al español como "Si quieres que llore, primero debes sentir dolor tú mismo". Para mover a otros con sus palabras, el poeta antiguo debía experimentar y expresar sinceramente las emociones él mismo. La autenticidad y la empatía en la creación artística fueron as, desde la antigua Roma, instauradas como requisito sine qua non del arte occidental.

Por contraste, Albert Camus crea un carácter también reflexivo, pero activo, contrario a cualquier brote de nihilismo, en su obra de teatro “Calígula”. Asumiendo la violencia como una consecuencia del sinsentido de la vida, el cuarto emperador romano sostiene su heroísmo aterrador incluso mientras expira acuchillado:


“¡Aún estoy vivo!” (“Je suis encore vivant![vii] ”).

Ontología del suicido y la venganza


Albert Camus alcanzó la celebridad literaria al presentar el suicidio como la razón de ser de la filosofía para la generación de posguerra del siglo XX atormentada por la culpa de haber patrocinado el exterminio judío y homosexual en los campos de concentración nazis:


“Sólo hay un problema filosófico realmente grave: el suicidio. Juzgar si vale o no la pena vivir la vida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. El resto, si el mundo tiene tres dimensiones, si la mente tiene nueve o doce categorías, viene después. Estos son juegos; primero tienes que responder. Y si es cierto, como quiere Nietzsche, que un filósofo, para ser estimable, debe dar el ejemplo, comprendemos la importancia de esta respuesta ya que precederá al gesto definitivo. Estos son hechos obvios que son sensibles al corazón, pero que deben explorarse más profundamente para aclararlos a la mente[viii] “.


Siglos antes Hamlet ya se preguntaba si es mejor suicidarse o no en su célebre monólogo, un breve tratado filosófico que postula el miedo al más allá como su la principal causa de nuestra existencia:


HAMLET

Ser o no ser: ese es el dilema: si

acaso es más noble para el

espíritu el sufrir las piedras y

dardos de la ultrajante fortuna,

o el tomar las armas contra un mar

de problemas para oponiéndose

acabar con ellos. Morir: dormir:

nada más; y con un sueño decir que

acabamos la congoja y las miles de

decepciones que la carne hereda.

Esta es una consumación

devotamente deseada. Morir,

dormir, dormir, tal vez soñar.

¡Ay! Aquí está el problema. Pues

en aquel letargo de la muerte,

¿qué sueños tendré cuando me haya

liberado de este tumulto mortal?

Me daría la paz. Este es el

respeto que prolonga tanto la

calamidad.


La mayor batalla de Hamlet no es por la venganza, sino por la prolongación de una existencia que debería ser una cuarta parte acción y tres partes razonamiento. Aunque está obsesionado por el deber familiar de vengar a su padre asesinado, la vida de Hamlet habría sido breve debido a su naturaleza melancólica y rebelde. Sin embargo, Hamlet es más que un nihilista; es un poeta, lo que se evidencia en la composición de versos que realiza para el grupo de actores que lo visita. Esto lo convierte en el alter ego de Shakespeare, como Wilde también acertadamente señala:


““Shakespeare podría haberse encontrado con Rosencrantz y Guildenstern en las calles blancas de Londres, o haber visto a los sirvientes de casas rivales morderse los pulgares en la plaza abierta; pero Hamlet salió de su alma, y Romeo de su pasión. Eran elementos de su naturaleza a los que dio forma visible, impulsos que se agitaban tan fuertemente dentro de él que tenía, por así decirlo, forzosamente, que permitirles realizar su energía, no en el plano inferior de la vida real, donde habrían sido trabados y restringidos y, por lo tanto, hechos imperfectos, pero en ese plano imaginativo del arte[ix]”.


Es sopesando su venganza en donde Hamlet encuentra las razones para existir, posponiéndola indefinidamente por varios años hasta que sus posibles víctimas se percatan e intrigan en dos ocasiones para asesinarlo.

Hamlet también descubre, a través de la poesía y el teatro, que es preferible perdonar a matar. Shakespeare maduraría el concepto hasta encarnarlo en Próspero, el mago y sabio de “La Tempestad”:


PRÓSPERO:

Aunque con sus grandes errores estoy herido en lo vivo,

Sin embargo, con mi razón más noble 'contra mi furia

¿Participo? La acción más rara es

En virtud que en venganza: arrepentidos,

La única tendencia de mi propósito se extiende

Ni un ceño más.


“Hamlet Unbound” comienza con el monólogo existencial de Hamlet, una práctica que los directores de teatro londinense han emulado en sus montajes. Mis motivos fueron meramente dramáticos; el monólogo no se lee cómo un memorial de agravios, sino como un compendio independiente y universal de las luchas que, tras renunciar al suicidio, la humanidad ha de librar a lo largo de su existencia.


“A no ser así,

¿soportaría acaso los azotes y los

desplantes del tiempo? ¿Las

equivocaciones del opresor? ¿La

arrogancia del soberbio? ¿Las

penas del amor despreciado? ¿La

insolencia de los burócratas y el

menosprecio que el mérito más

paciente soporta del hombre ruin,

cuando yo mismo podría alcanzar mi

tranquilidad con una simple

navaja? ¿Quién asumiría tantos

fardos? ¿Quién gemiría y

transpiraría bajo una vida

agobiante, a no ser por el temor

de un algo después de la muerte?”


El suicidio es un acto privilegiadamente humano, ya que no existe ninguna otra especie animal que prefiera renunciar a la vida por el sufrimiento o la angustia. Existen tantas razones por las que las personas pueden suicidarse, como expresiones de lo humano, desde el honor, el orgullo, el remordimiento, el amor, la vergüenza, la ejecución pública o la estupidez. Todas las razones son válidas desde la ética, pues, ¿podemos culpar a alguien por haber nacido fisiológicamente estúpido?

Una de las tareas más penosas de los escritores es retratar el suicidio, en virtud de su capacidad de expresar las emociones más profundas del ser humano. Dostoievski retrata en “Los Demonios” a Kirilov como un rebelde contra los valores de la burguesía que se suicida por honrar el credo al cual se ha suscrito transfiriendo su celo de morir por la patria a una ideología nihilista. La rebeldía de Kirilov es un rechazo a las restricciones y convenciones sociales impuestas por el zarismo y la moralidad tradicional, desafío existencial y filosófico y acto político o revolucionario directo:


“Kirilov, en la grandeza de su alma, no pudo transigir con una idea y se pegó un tiro; pero veo, por supuesto, que era un gran alma porque había perdido la razón. Nunca puedo perder la razón y nunca puedo creer en una idea tanto como él. Ni siquiera puedo interesarme tanto en una idea. Nunca, nunca podré pegarme un tiro[x].”


Sylvia Plath aborda el tema del suicidio en "Lady Lazarus", en el que la autora se compara con Lázaro, el personaje bíblico que resucitó de entre los muertos:


Morir

Es un arte, como todo lo demás.

Y yo lo hago excepcionalmente bien.

(…)

Éste es el tercer intento.

Qué basura

Aniquilando cada década [xi].


En este poema, la poeta nos confiesa sus repetidos intentos por suicidarse, al tiempo que promete que la próxima vez lo logrará.

Pero que el poema más revelador de Plath sobre el suicidio es "Tú eres".:


Como un payasito, más feliz en tus manos,

Pies hacia las estrellas y cráneos de luna,

Con branquias como un pez. Un sentido común

Aprobado por el modo del dodo.

Envuelto en ti mismo como un carrete,

Rastreando tu oscuridad como lo hacen los búhos.

Mudo como un nabo de la Cuarta

De julio al Día de los Inocentes,

¡Oh, grandulón, mi tajadita de pan[xii]!


En este poema, la poeta expresa el dolor que sintió por la pérdida de un bebé. La muerte de Plath, como la de tantos otros poetas que se suicidaron, no es trágica, sino épica. La causa del suicidio de Plath no hay que buscarla en sus problemas personales, sino en su sensibilidad incompatible con la aspereza del mundo, causa de tristeza y desesperación. Plath, al igual que Kirilov, era una mujer atormentada por sus propios demonios internos. Sufría de depresión, ansiedad y bipolaridad, según los psicólogos, pero el mayor mal del mundo es la conciencia. El maltrato de su marido, también poeta, y la muerte de su bebé fue un golpe devastador para ella.

Su obra es un bello testimonio del sufrimiento humano, compendio de poemas tan desgarradores como honestos. Plath no se andaba con rodeos; cantaba a sus emociones más oscuras sin tapujos, como todo suicida hace ante nosotros con su gesto final, tal y como lo expresa un compungido Fernando Pessoa:


““Cuando ayer me dijeron que el empleado del estanco se había suicidado sentí que era mentira. ¡Pobrecito, también existió! Eso lo habíamos olvidado, todos nosotros, todos los que lo conocimos de la misma manera que todos los que no lo conocíamos. Mañana lo olvidaremos mejor. Pero si había un alma, había una a quien matar. ¿Pasiones? ¿Angustia? Sin duda... Pero para mí, como para toda la humanidad, sólo queda el recuerdo de una sonrisa tonta sobre un abrigo mixto, sucio y desigual en los hombros. Eso es todo lo que me queda, de alguien que sintió tanto que se mató de sentir, porque, al fin y al cabo, no se debe matar a alguien por otra cosa… [xiii]


Ontología edípica


Las relaciones cuasi incestuosas de Hamlet con su madre Gertrudis llevan a Freud a diagnosticar a Hamlet como el enfermo por antonomasia del complejo de Edipo. Su tardanza en vengarse de Claudius reside, según Freud, en que Hamlet admira secretamente a Claudius por haber envenenado a su padre para acostarse con su madre. Los celos del hijo hacia el nuevo amante de su madre son manifiestos en la célebre escena tras la muerte de Polonio.


GERTRUDE

(continuando)

¡Oh, qué acto tan precipitado y

sangriento es este!

HAMLET

¡Un acto sangriento! Casi tan

malo, madre mía, como el matar a

un esposo y el casarse con su

hermano.

GERTRUDE

¿Cómo matar a un esposo?

HAMLET

¡Ay, mi dama! Esas fueron mis

palabras.

(…)

GERTRUDE

¿Qué he hecho, que te atreves a

menear tu lengua en un ruido tan

hosco contra mí?

HAMLET

(feroz)

Semejante acto que opaca la gracia

y el sonrojo de la modestia,

arranca la rosa de la bella frente

de un amor inocente y deja una

ampolla ahí; hace los votos del

matrimonio tan falsos como los

juramentos de un tahúr. ¡Oh!

Semejante hecho que del cuerpo de

la contracción arranca a la misma

alma y hace de la dulce religión

una rapsodia de palabras: la cara

del cielo destella. Sí, esta

solidez y esta masa compacta, con

rostro afligido, como confrontando

la condena, está enfermo ante el

acto.

GERTRUDE

¡Ay, Dios! ¿Qué acto que brama tan

duro y truena en ese índice?


No olvidemos que Hamlet es un adolescente propenso a denunciar injusticias con pasión y dramatismo. La prudencia es, si acaso, un don de la madurez. Así como el bebé se niega a respirar hasta que recibe un golpe que lo concientiza de su nueva realidad, así el adolescente se desgañita al descubrir las intrigas del mundo, hasta que “los golpes de la insultantes fortuna” lo obligan a ocultar sus pensamientos y emociones.


Ontología del arte y el teatro


Las dudas que surgen en la mente de Hamlet debido a la naturaleza del espectro de su padre son precisamente lo que lo lleva a involucrarse en la poesía y el arte dramático.

Polonius considera esta inclinación inofensiva, por lo que persuade a Claudius para que subvencione la estadía de un grupo teatral en la corte y lo ponga a disposición del joven Hamlet:



REY

De todo corazón, me alegra en demasía

Escucharlo tan inclinado.

Buenos señores, denle una ventaja adicional.

Conduzcan sus fin hacia estos deleites.


Hamlet se ve comprometido a escribir una breve obra en la que desentrañará las motivaciones y acciones de los supuestos asesinos de su padre: su tío, el ahora rey Claudius, y su madre Gertrudis, quien está en luto pero recién casada al mismo tiempo. Su propósito original, tan ingenuo como la franqueza y el dramatismo adolescente de Hamlet, es sorprender a Claudius, haciéndolo víctima de su propia conciencia. Sin embargo, durante el proceso de montaje de su obra, el Príncipe obtiene una comprensión renovada de la historia.

Antes de ejecutar su trampa dramática, los actores representan ante Hamlet la muerte de Príamo a manos de Pirro, frente a su esposa Hécuba. Esta escena es la respuesta de tiempos pretéritos a los interrogantes planteados en el monólogo "Ser o no ser". Si en el siglo XVII, Shakespeare lamenta la hipocresía de la sociedad civil, en el siglo XI a.C., los poetas solo podían denunciar la brutalidad y crueldad de los vencedores, quienes violaban y esclavizaban a las reinas derrotadas. En comparación con los guerreros aqueos, Claudius se presenta como un caballero que tuvo la delicadeza de seducir a la reina de su hermano derrotado, permitiéndole, a través de su matrimonio, mantener el trono.


ACTOR 1

Pero, ¿quién? ¡Oh!

¿Quién hubiese visto a la frágil

reina errando descalza de arriba

a abajo, amenazando las llamas con

el paso más ligero, presa de los

estertores del horror. Pues si los

mismos dioses la hubiesen visto

entonces, cuando ella sorprendió

a Pirro en su deporte malicioso,

tajando con su espada los miembros

de su esposo, el instante del

estallido de su clamor, a menos

que los asuntos mortales no puedan

conmoverlos, habrían deshecho los

ojos ardientes del cielo y las

pasiones de los dioses.


Hamlet también comprende que la peor calamidad de un individuo o de un grupo social adquiere sentido ante una audiencia. Aquellos que esperan una felicidad y una tranquilidad permanentes corren el riesgo de caer en la monotonía. La misma inactividad de Hamlet, como Goethe y Wilde advirtieron, adquiere un protagonismo que lo convierte en el predecesor de personajes como Bartleby, K., Molloy, Malone y el Innombrable.

Kafka lleva al extremo la inacción y la desesperanza presentes en Hamlet. En su relato "Ante la Ley" ("Vor dem Gesetz"), un hombre debe esperar décadas hasta su vejez para que le abran una puerta que le permita compadecer ante la Ley; el guardián que la protege no se lo permite y le advierte que si la traspasa habrán más puertas con guardianes más poderosos que él, quienes tampoco lo dejarán acceder a la Ley. Ya casi ciego, y en medio de su agonía, el hombre pregunta al guardián por qué nadie más quiso entrar, como él, por aquella puerta, a lo que el guardián responde que esa puerta prohibida había sido sólo diseñada para él, y que tras su muerte será clausurada. La opresión y la impotencia que sentimos en esas dos páginas causan una impresión indeleble en el lector.

Sin embargo, podemos preguntarnos si esa espera es absurda o, por el contrario, necesaria para que un escritor checo de ascendencia judía nos entregara este breve relato sobre la importancia y el sentido de la frustración. Al igual que Hamlet, el hombre ante la ley no se suicida, sino que espera día tras día, año tras año, con la firme creencia de que algún día hallará solución a sus dilemas.

A pesar de tener al Rey y la ley en su contra, Hamlet también prefiere existir, ya que comprende que es mejor ser que no ser, que luchar es preferible a dormir, y que sufrir es mejor que descansar.

En las últimas líneas de la obra, Shakespeare hace una referencia a su profesión como dramaturgo. Horacio, a lo largo de la obra de teatro, evoca al gran poeta romano, autor de las "Églogas", así como al poeta Virgilio, su entrañable amigo literario. Al igual que Virgilio en la "Comedia" de Dante, Horacio es consejero y guía del protagonista en su periplo por los infiernos. Siguiendo la definición que Schlegel dio del espectador ideal, Horacio también encarna el papel que en la tragedia griega desempeñaba el coro, un elemento ausente en el teatro isabelino secularizado.

Es a Horacio a quien Hamlet encomienda la tarea de escribir su historia para las futuras generaciones:


HAMLET

Oh Dios, Horacio, qué nombre tan herido,

Que estos asuntos queden así, desconocidos,

¿debo dejarlos atrás?

Si alguna vez me guardaste en tu corazón,

Ausente de la felicidad por un tiempo

Y en este áspero mundo contén tu aliento adolorido

Para contar mi historia.


Escribir es, en efecto, ausentarse de la felicidad para construir, a través del dolor que implica revivir el pasado, la vida misma.

Homero había cantado en La Odisea:


Los dioses dieron el sufrimiento a los hombres,

para que los poetas tuviesen algo que cantar.


En la arena del teatro, Shakespeare amplía la perspectiva: los espectadores deben revivir sobre la escena los mayores sufrimientos, compartiendo así la certeza de que ellos mismos podrían representarlos:


HORACIO

Buenas noches, príncipe gentil (…) y

déjame contarle al mundo aún

inocente el modo en que estos eventos

ocurrieron. Entonces oirán de

actos carnales, sangrientos y

desnaturalizados, de juicios

accidentales, de masacres

azarosas, de muertes fraguadas por

la astucia y por causas forzadas,

y en este ramaje se lea sobre los

inventores los propósitos errados.

Todo esto puedo relatar.

[i] “La constance des sages n’est que l’art de renfermer leur agitation dans le cœur”. La Rochefoucault, Maximes, 20. [ii] Goethe, J. W. (2007). “In diesen Worten liegt, so glaube ich, der Schlüssel zu Hamlets ganzem Vorgehen. Für mich ist es klar, dass Shakespeare in diesem Fall die Auswirkungen einer großen Handlung auf eine Seele darstellen wollte, die für die Ausführung dieser Handlung ungeeignet ist. . . . Eine liebliche, reine, edle und höchst moralische Natur, ohne die Nervenstärke, die einen Helden ausmacht, sinkt unter einer Last, die sie nicht tragen kann und nicht ablegen darf. Alle Pflichten sind ihm heilig: die Gegenwart ist zu schwer. Unmögliches wurde ihm abverlangt - nicht an sich unmöglich, aber für ihn unmöglich. Er windet und wendet sich, quält sich; er schreitet voran und schreckt zurück; er wird immer in Gedanken versetzt, versetzt sich selbst in Gedanken; endlich verliert er fast sein Ziel aus den Gedanken, ohne jedoch seinen Seelenfrieden wiederzuerlangen.” Wilhelm Meisters Lehrjahre. Aegypan, 234. [iii] Wilde, O. (2020). “Schopenhauer has analysed the pessimism that characterises modern thought, but Hamlet invented it. The world has become sad because a puppet was once melancholy. The Nihilist, that strange martyr who has no faith, who goes to the stake without enthusiasm, and dies for what he does not believe in, is a purely literary producto”. The Decay of Lying. Penguin UK. [iv] “Have you a grief that corrodes your heart? Steep yourself in the language of grief, learn its utterance from Prince Hamlet and Queen Constance, and you will find that mere expression is a mode of consolation, and that Form, which is the birth of passion, is also the death of pain.” Ibídem. [v] Kundera, M. (1990). “Il faut définir l’homo sentimentalis non pas comme une personne qui éprouve des sentiments (car nous sommes tous capables d’en éprouver), mais comme une personne qui les a érigés en valeurs. Dès que le sentiment est considéré comme une valeur, tbut le monde veut le ressentir ; et comme nous sommes tous fiers de nos valeurs, la tentation est grande d’exhiber nos sentiments.” L'immortalité : roman. Paris: Gallimard. [vi] Horatius Flaccus, Q. (1564). Ars poetica Horatii, et in eam paraphrasis, et parekbolai, siue Commentariolum Ioannis Sambuci Tirnauiensis Pannonij. ex officina Christophori Plantini. National Central Library of Rome, 8. [vii] Camus, A. (1969). Caligula. Gallimard. [viii] Camus, Albert (1967). “Il n’y a qu’un probléme philosophique vraiment sérieux : c’est le suicide. Juger que la vie vaut ou ne vaut pas la peine d’étre vécue, c’est répondre à la question fondamentale de la philosophie. Le reste, si le monde a trois dimensions, si l’esprit a neuf ou douze catégories, vient ensuite. Ce sont des jeux ; il faut d’abord répondre. Et s’il est vrai, comme le veut Nietzsche, qu’un philosophe, pour étre estimable, doive précher d’exemple, on saisit l’importance de cette réponse puisqu’elle va précéder le geste définitif. Ce sont là des évidences sensibles au coeur, mais qu'il faut approfondir pour les rendre claires à l’esprit.” Le Mythe de Sisyphe: Essai sur l'absurde. Gallimard, 236 – 237. [ix] Wilde, O. (1997). “Shakespeare might have met Rosencrantz and Guildenstern in the white streets of London, or seen the serving-men of rival houses bite their thumbs at each other in the open square ; but Hamlet came out of his soul, and Romeo out of his passion. They were elements of his nature to which he gave visible form, impulses that stirred so strongly within him that he had, as it were, perforce, to suffer them to realise their energy, not on the lower plane of actual life, where they would have been trammelled and constrained and so made imperfect, but on that imaginative plane of art”. The Critic as Artist. Green Integer. [x] Dostoevsky, F. (2005). “Kirillov, in the greatness of his soul, could not compromise with an idea, and shot himself; but I see, of course, that he was great-souled because he had lost his reason. I can never lose my reason, and I can never believe in an idea to such a degree as he did. I cannot even be interested in an idea to such a degree. I can never, never shoot myself”. Devils. Wordsworth Classics of World Literature. [xi] Plath, S. (1981). This is Number Three. What a trash To annihilate each decade The Collected Poems. Quality Paperback Book Club, 245. [xii] Clownlike, happiest on your hands, Feet to the stars, and moon-skulled, Gilled like a fish. A common-sense Thumbs-down on the dodo’s mode. Wrapped up in yourself like a spool, Trawling your dark as owls do. Mute as a turnip from the Fourth Of July to All Fools’ Day, O high-riser, my little loaf! Ibídem, 141. [xiii] Pessoa, F. (2013). “Quando ontem me disseram que o empregado da tabacaria se tinha suicidado, tive uma impressão de mentira. Coitado, também existia! Tínhamos esquecido isso, nós todos, nós todos que o conhecíamos do mesmo modo que todos que o não conheceram. Amanhã esquecê-lo-emos melhor. Mas que havia alma, havia, para que se matasse. Paixões? Angústias? Sem dúvida... Mas a mim, como à humanidadeinteira, há só a memória de um sorriso parvo por cima de um casaco de mescla, sujo, e desigual nos ombros. É quanto me resta, a mim, de quem tanto sentiu que se matou de sentir, porque, enfim, de outra coisa se não deve matar alguém...” Livro do Desassossego. Luso Livros, § 317.



 
 
 

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