Metafísica del Aborto
- Consultorías Stanley
- 25 nov 2023
- 22 Min. de lectura
Actualizado: 11 mar
Publicamos "Metafísica del Aborto", uno de los capítulos más polémicos de SIENDO DIOS: Metafísica Global, libro que será presentado este jueves 30 de noviembre a las 6:30 pm en la Alianza Francesa de Bucaramanga.

El aborto, al igual que la pena de muerte y la demagogia socialista, es uno de los temas que generan antagonismo entre sus interlocutores. Su persistencia es excepcional en una época en la que las constituciones defienden el derecho a la vida y las leyes internacionales condenan y sentencian a cadena perpetua a quienes cometen crímenes contra la humanidad, si bien es cierto que, desde Núremberg, el mundo tiende a limitar dichos crímenes a la guerra y el genocidio perpetrados desde la burocracia.
La defensa del aborto se basa en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo en nombre de la libre voluntad. Como resultado, muchas legislaciones occidentales legalizan el aborto para aquellas mujeres que han sido víctimas de estupro. Curiosamente, hace unos años, tuve una cita con una dama que era madre de Lucero, una niña de cinco años; en algún momento, mientras la veíamos jugar en el jardín, me dijo que Lucero era fruto de una violación que sufrió de su hermanastro, un joven que se vengaba así de la madre de aquella dama, quien, según él, había seducido a su padre, provocando la disolución de su familia.
“Por eso la llamaste Lucero,” le dije.
“Muchas mujeres querían que abortara, pero creo en Dios, y como tal sé que todo lo que ocurre en la vida tiene una razón de ser. Lucero ha iluminado mi vida de felicidad.”
Hace unos meses aquella dama anunció su boda con un americano, con quien ahora ella y Lucero comparten su vida.
Seres conscientes
Más urticante es saber qué ocurre con aquellas mujeres que quedan encintas por un exceso de pasión. ¿O con aquellas que a los dos meses de embarazo descubren que su marido les es infiel? ¿O, tal y como fue el caso de una de mis docentes de Temple University, con aquellas que deciden que un crío en sus años estudiantiles es un obstáculo para el desarrollo de su carrera profesional?
Los abortistas han desplazado el debate casuístico sobre las motivaciones personales de quien aborta -debate que ya favorece a las mujeres violadas-, para centrarlo alrededor de si el feto es un organismo consciente o no. Los estudios sobre organismos unicelulares dan una respuesta positiva; baste citar este estudio de 2023:
"Toda la vida es sensible. Tanto la vida como la sensibilidad implican autoconciencia, evaluación de la información percibida y funciones sensoriales y perceptivas mutuamente reactivas. Para nuestra investigación sobre los fundamentos celulares de la conciencia, encontramos que era más productivo comenzar con las especies procarióticas más simples. Nuestro modelo se basa en evidencia empírica de docenas de estudios. Los datos indican que los organismos unicelulares son altamente sociales, muestran aprendizaje asociativo (captar, por ejemplo, rutas de navegación y patrones simples) y forman memorias estables. También toman decisiones, evalúan eventos, comunicarse dentro y entre colonias y, sorprendentemente, mostrar una forma de altruismo (W. B. Miller Jr. Commun. Integr. Biol. 16, 2196145; 2023). En nuestra opinión, la sensibilidad y la cognición comenzaron en especies unicelulares: su desarrollo Es similar a la evolución de todas las especies a partir de formas de vida más simples[i].”
La conciencia, no obstante, es un problema metafísico, no biológico. La tesis cartesiana de que había una conciencia inmaterial (res cogitans) que se articulaba con nuestro cuerpo (res extensa) a través de la glándula pineal continúa desafiando a los científicos que la buscan infructuosamente en una región específica del cerebro. Descartes podría explicar porque la ciencia descubre nuevas manifestaciones propias a la conciencia en microorganismos que carecen de cerebro, y coincide con nuevos avances de la neurociencia, tales como la Teoría del holograma cuántico propuesta por Marcer. Esta teoría sugiere que la vida, incluso en el nivel más básico, como las células primitivas, intercambia información con el medio ambiente utilizando coherencia cuántica y no localidad. Esta teoría postula que la conciencia ha existido desde el principio y se ha propagado a través de la red de células citoesqueléticas mediante la computación cuántica. La conciencia animal, según esta teoría, se origina dentro de las estructuras citoesqueléticas a nivel celular.
Hay, ciertamente, biólogos que argumentan que la conciencia requiere de sistemas nerviosos, y que su presencia en microbios y virus se debe a reacciones químicas ante estímulos externos. Pero, ¿su punto es aceptar a la conciencia o exigir formas evolucionadas de conciencia? Basta un atisbo de conciencia para aceptarla, del mismo modo que aceptamos como ser humano a un bebé que nace privado de sus habilidades comunicativas.
“Los comportamientos conscientes observados en los animales pueden no ser similares a la conciencia humana, pero son únicos en su propio espacio. La superioridad no existe y no puede ser determinada falsamente por el tamaño del cerebro o su capacidad, ya que organismos mucho más pequeños han demostrado capacidades que no pueden igualarse a la inteligencia humana, especialmente cuando el genoma humano tiene casi 150 genes que se han originado a partir de microorganismos y virus (Crisp et al., 2015). Se sabe que existen varias formas de comportamientos conscientes en organismos que van desde virus hasta humanos y no hay ninguna razón por la cual los argumentos a favor de la posesión de la conciencia deban estar respaldados por la existencia del sistema nervioso, que es un sistema maravilloso, pero en su propio lugar y organismo. No comportarse como humanos no significa ausencia de capacidad... Los microtúbulos de las células cerebrales han demostrado esta transferencia de mensajes mediante la teoría Orch OR escrita por Roger Penrose y Stuart Hameroff (Hameroff y Penrose 2014). Se espera que el citoesqueleto sea una fuente de vibraciones que generen fuerzas electromagnéticas celulares en el rango de kilohercios a gigahercios, lo que también está relacionado con el crecimiento metastásico de esta red (Sahu et al., 2013)[ii]”.
Las colonias de microorganismos, por ejemplo, se protegen de condiciones ambientales amenazantes mediante un proceso de respuestas que se conoce como comunicación química o señalización química. Los microorganismos pueden liberar moléculas llamadas feromonas u otras señales químicas que pueden ser detectadas por otros microorganismos de la misma especie o incluso de especies diferentes. Estas señales químicas pueden desencadenar una variedad de respuestas, como la formación de estructuras protectoras, la búsqueda de alimentos, la reproducción y la defensa contra amenazas ambientales.
La comunicación química es fundamental para la supervivencia y el comportamiento de muchos microorganismos, y proporciona una explicación científica al hecho observable al microscopio, de que las bacterias, cuando se enfrentan a amenazas ambientales como la sequedad, se agrupan o forman estructuras protectoras, como caparazones, hasta que se aseguran de que hay condiciones más adecuadas para volver a su entorno.
Los defensores de la teoría de la evolución sugieren que dicho proceso, no obstante, no es fruto de la voluntad, ni tan siquiera del instinto, sino del azar que desencadena respuestas aleatorias y genéticas "preprogramadas”. Ciertamente, tal y como lo demostró un padre de familia en un video viral durante la pandemia de Covid19, si yo vierto alcohol sobre un vaso con microorganismos, los veré huir para juntarse en una masa compacta, pero para que ello ocurra todas las bacterias deben disponer de un sentido previo de su orientación. Por otra parte, dicho presupuesto se basa en supuestos que no son menos plausibles que la existencia de un Dios omnipotente que gobierna los mundos visibles s invisibles, tales como que el medio ambiente siempre ofrece condiciones favorables para la supervivencia de cada especie (¿quién o qué lo garantiza?), o que el proceso de selección natural es constante, lo que permitiría ver excepciones a la regla, esto es, bacterias incapaces de aglomerarse para formar dichos caparazones.
Por otro lado, también es posible extender estos patrones de respuestas aleatorias y predisposiciones genéticas al ser humano, lo que nos llevaría hacia la consideración del determinismo filosófico, que reduce la esfera de nuestro libre albedrío a meras causas preexistentes. El determinismo biológico, en particular, postula que gran parte del comportamiento humano se encuentra determinado por factores de naturaleza biológica, como la genética y la configuración cerebral. Si aplicamos la analogía de la formación de caparazones por parte de las bacterias en respuesta a condiciones adversas, como la sequía, podríamos descubrir que, de manera similar, los seres humanos tienden a agruparse unos con otros cuando enfrentan situaciones desafiantes, como una tormenta de nieve al aire libre, con el fin de sobrevivir al frío extremo. Señalar una conciencia en los humanos y denunciar una carencia de ella en las bacterias sería, en tal caso, un problema semántico, pues los estímulos y las respuestas son idénticas en ambos grupos.
Todo ser vivo en el universo, sea humano, animal o unicelular, lucha por sobrevivir desde el momento de su concepción; incluso la lucha entre los espermatozoides por prevalecer es muestra de ello.
Los organismos unicelulares de los animales son los paramecio o paramecium. Fueron catalogados hasta recientemente como animales o protozoos, como lo implica su nombre (del griego protos, “primero,” and zoon, “animal”), pero su clasificación fue alterada a protistos (protistos) por científicos que temen, no sin fundamento, que con el reconocimiento de la conciencia en tales seres la discusión sobre el aborto sea clausurada a favor del respeto a la vida del feto desde su concepción.
“El paramecio es un minúsculo organismo unicelular cuyo cuerpo está cubierto de cilios que actúan como remos, permitiéndole nadar y moverse en el agua. Si lo miras al microscopio, no puedes evitar quedar fascinado por su elegante evolución, y por sus movimientos que parecen implicar un comportamiento elegante. Es un verdadero campeón entre los seres vivos: una sola célula, pero capaz de una actividad asombrosa. Al escribir sobre otro pequeño animal unicelular parecido a una ameba, Herbert Spencer Jennings (1868-1947) en su libro “Behavior of the Lower Organisms”, publicado en 1906, se preguntaba si seríamos más propensos a conceder inteligencia a la ameba depredadora si fuera del tamaño de una ballena y una amenaza potencial para los humanos[iii]”.
Lo sorprendente del paramecium es que puede localizar comida a considerables distancias y desplazarse para alcanzarla. También puede reproducirse, como cualquier animal con conciencia.
“… aquí hay señales eléctricas que atraviesan el cuerpo del paramecio y transmiten información a través de una sola célula. Por este motivo se la ha llamado "neurona nadadora[iv]”.

Como amos del mundo los seres humanos creemos que somos la especie mejor adaptada del planeta, pero si aplicamos la estadística a las formas de vida existentes descubriremos que son las plantas las que constituyen el 99,7 % de los organismos vivos. ¿Cómo ha sido posible su adaptación si carecen de cerebro y están condenadas, como Dante prescribe en el círculo de los suicidas, a crecer contra su voluntad?
Fue en mi adolescencia que leí, por consejo de Borges, “La Inteligencia de las Flores”, del dramaturgo Maurice Maeterlinck. Allí descubrí un hermoso pasaje, aún indeleble den mi memoria, que me persuadió que las plantas, al igual que nosotros, luchan cada día por la supervivencia con toda la voluntad que la creación les ha entregado:
“Nunca olvidaré el admirable ejemplo de heroísmo que me dio el otro día en Provenza, en las salvajes y deliciosas gargantas del Loup, todas fragantes de violetas, un enorme laurel centenario. Era fácil leer en su tronco retorcido y, por así decirlo, retorcido, todo el drama de su vida dura y tenaz. Un pájaro o el viento, dueños ambos del destino, habían llevado la semilla hasta el flanco de la roca, que era perpendicular como una cortina de hierro; y el árbol nació allí, a doscientos metros sobre el torrente, inaccesible y solitario, entre las piedras ardientes y áridas. Desde la primera hora, había lanzado sus raíces ciegas en una larga y dolorosa búsqueda de agua y suelo precarios. Pero esto fue sólo el cuidado hereditario de una especie que conoce la aridez del Sur. El joven tallo tuvo que resolver un problema mucho más grave e inesperado: partía de un plano vertical, de modo que su cima, en lugar de elevarse hacia el cielo, se inclinaba sobre el golfo. Se vio obligado, por tanto, a pesar del peso cada vez mayor de sus ramas, a corregir el primer vuelo, obstinadamente a doblar su desconcertado tronco en forma de codo cerca de la roca y así, como un nadador que echa hacia atrás la cabeza, por medio de una incesante voluntad, tensión y contracción para sostener su pesada corona de hojas hacia el cielo.
Desde entonces, todas las preocupaciones, toda la energía, todo el genio libre y consciente de la planta se habían centrado en torno a ese nudo vital. El codo monstruoso, hipertrofiado, revelaba, una a una, las sucesivas solicitudes de un pensamiento que supo aprovechar los avisos que recibía de las lluvias y las tormentas. Año tras año, la cúpula frondosa se hacía más pesada, sin otro cuidado que el de extenderse en la luz y el calor, mientras un cáncer oculto carcomía profundamente el trágico brazo que la sostenía en el espacio. Entonces, obedeciendo no sé qué orden del instinto, dos raíces robustas, dos cables fibrosos, saliendo del tronco a más de dos pies por encima del codo, habían venido a amarrarlo a la pared de granito. ¿Habían sido realmente evocados por la angustia del árbol, o tal vez estaban esperando providencialmente, desde el primer día, la hora aguda del peligro, para aumentar el valor de su ayuda? ¿Fue sólo un feliz accidente? ¿Qué ojo humano podrá asistir alguna vez a estos dramas silenciosos, que son demasiado largos para nuestras cortas vidas?[v]”.
En la novela “La Vorágine” de Eustaquio Rivera, Pipa, víctima de un delirio causado consumir la planta llamada yagé, relata una conversación con las plantas de la selva, quienes profetizan que el hombre está condenado a desaparecer y que todas nuestras ciudades serán habitadas por ellas:
“Dijo que los árboles de la selva eran gigantes paralizados y que de noche platicaban y se hacían señas. Tenían deseos de escaparse con las nubes, pero la tierra los agarraba por los tobillos y les infundía la perpetua inmovilidad. Quejábanse de la mano que los hería, del hacha que los derribaba, siempre condenados a retoñar, a florecer, a gemir, a perpetuar, sin fecundarse, su especie formidable, incomprendida. El Pipa les entendió sus airadas voces, según las cuales debían ocupar barbechos, llanuras y ciudades, hasta borrar de la tierra el rastro del hombre y mecer un solo ramaje en urdimbre cerrada, cual en los milenios del Génesis, cuando Dios flotaba todavía sobre el espacio como una nebulosa de lágrimas[vi]”.
"Verde Brillante: Sensibilità e intelligenza del mondo vegetable" es un libro escrito por los expertos en neurobiología vegetal Stefano Mancuso y Alessandra Viola, publicado en 2013. En este libro, los autores exploran la idea de que las plantas pueden tener formas de inteligencia y capacidades sorprendentes que a menudo pasan desapercibidas.
Citando a Francis Darwin, quien públicamente expresó su creencia de que las plantas tenían “una forma primitiva de inteligencia”, los autores postulan que las plantas tienen una forma de inteligencia que les permite adaptarse y responder a su entorno de maneras muy sofisticadas. Los autores discuten cómo las plantas pueden comunicarse entre sí, detectar y responder a las señales ambientales, e incluso tomar decisiones para maximizar su supervivencia y reproducción. El libro desafía la noción convencional de que las plantas son seres pasivos y estáticos, y en su lugar sugiere que tienen una vida interior rica y compleja. También aborda cuestiones filosóficas sobre la conciencia y la inteligencia en el reino vegetal.
Allí leemos, por ejemplo, que los organismos unicelulares de las plantas (euglena) son más complejos y evolucionados que los paramecium. El rasgo que hace superior a los euglena es la existencia de un ojo primitivo o fotorreceptor ausente en los paramecium.
“Naturalmente, para vivir, la euglena también necesita energía. Normalmente, abastece sus necesidades energéticas mediante la fotosíntesis, como todas las plantas, pero si la luz escasea no se rinde: se transforma en un depredador y se comporta como un animal. Puede localizar comida y moverse para alcanzarla; sí, es una planta, ¡pero se mueve! Esta alga microscópica, de hecho, nada con la ayuda de flagelos muy finos[vii]”.
Las plantas, como los animales, como nosotros, son seres conscientes de su ser en el mundo, si bien, aplicando la filosofía kantiana, no podemos conocer su mundo interior, por carecer de sus órganos perceptivos. Sólo la imaginación, el sentido común y la poesía, como ya lo he citado , nos llevan a fraternizar con ellas.

El aborto como filicidio
La literatura, aquella que nos entrega narrativas compasivas en donde no hay ángeles y demonios, sino seres humanos infortunados, incomprendidos y trágicos, ha abordado el tema del filicidio desde la tragedia. Eurípides, en particular, retrata el tema en tres de sus tragedias: “La locura de Hércules”, “Medea y “Las Bacantes”.
La Locura de Hércules
La locura y los celos son las causas del filicidio, según el gran dramaturgo griego.
En una era que estigmatiza la masculinidad, la tragedia de un padre heroico que mata a sus propios hijos adquiere relevancia, precisamente porque es un debate que intentamos eludir a causa de prejuicios recientes. El movimiento "Yo también" y la demonización del liderazgo masculino bajo términos irónicamente despectivos como "macho alfa", "patriarca" o "eurocéntrico" es la causa de los problemas de salud mental que la mayoría de los hombres padecen en el siglo XXI. Sabemos que el 74% de los suicidios en el mundo son cometidos por hombres.
Pero, ¿qué es la locura? Eurípides invita a su alegoría al escenario y le permite expresar lo que es capaz:
A través de ese techo, mi ira se abrirá,
y veloz sobre su hogar llegaré,
Antes de herir a sus hijos, tan bellos;
su acto, su familia, él no lo sabrá,
Hasta liberado de mi trance oscuro de furia,
aprenda que su descendencia cayó por casualidad.
Estar loco es estar fuera de nosotros mismos. Significa renunciar a nuestra propia voluntad y dejar que nuestros cuerpos actúen bajo el control de fuerzas por las cuales no nos responsabilizamos al recuperar nuestro talante. Es por eso que las culturas aborígenes de América identifican la ira con lobos, osos y pumas. Los exorcistas católicos están de acuerdo con tal concepción cuando hablan de demonios que poseen a los inocentes. Así, una monja o un joven no pueden ser culpados si hieren o matan a alguien más.
La cláusula de silencio del contrato matrimonial
Pero aceptar que los violadores y asesinos son locos, como lo hicieron los dramaturgos griegos, sería equivalente a que los machos alfa patriarcales que acosan sexualmente para acostarse con el mayor número de mujeres u hombres aceptaran que son libertinos.
Podemos cuestionar la homosexualidad como categoría opuesta a la heterosexualidad, por cuanto la heterosexualidad es un predicado del valor ritual y social que tiene el matrimonio, mientras que la homosexualidad es una manifestación del libertinaje propio a la sexualidad masculina o femenina.
Kierkegaard lo explica dialécticamente, oponiendo la estética de Don Juan a la ética del hombre devoto que cumple cabalmente con sus obligaciones matrimoniales. El matrimonio para el filósofo danés no es solo un tema pasional o romántico, sino, más allá de dichas consideraciones, una declaración ética ante su cónyuge, ante sus familiares y ante la sociedad.
Mientras la estética corresponde al libertinaje, sea éste homosexual o heterosexual, la ética corresponde al matrimonio; dichas coordenadas son excluyentes; el marido jura consagrarse a un hogar y renunciar a su pasado. Kierkegaard no relaciona la homosexualidad con el libertinaje, pero el libertinaje, tal y como el Marqués de Sade lo describe en sus novelas, no distingue géneros, y abarca todo tipo de violaciones al contrato ético nupcial.
Las sociedades antiguas lo comprendieron así, y si bien la homosexualidad fue permitida en Grecia, era públicamente condenada, tal y como lo denunció Michel Foucault en sus estudios sobre la sexualidad.
India es una nación que preserva también los valores de la antigüedad; allí el matrimonio es honrado, lo que no impide que algunos hombres y mujeres practiquen discretamente la infidelidad según los preceptos del Kama-Sutra. El hecho de que sean “discretos” asegura que la fidelidad no sea sólo una excepción a la norma, sino la norma.
El contrato ético matrimonial prevalece porque es el único contrato ético que nuestras sociedades preservan fuera de aquellos impuestos por la legalidad. Una mujer o un hombre casado es respetado y considerado honesto precisamente porque ha asumido una responsabilidad que indica a su nación su renuncia a los excesos del mundo.
Ventilar la infidelidad, así como la lujuria, fue un tabú que los poetas y escritores eróticos explotaron desde la antigüedad. Pero incluso en dichos escenarios se creaban jerarquías morales. Una de las discusiones más jocosas que preservamos fue aquella en que los grandes escritores de Atenas debatieron si Aquiles era activo o pasivo en su relación con Patroclo. La ascendencia del hombre activo sobre el pasivo es manifiesta en las naciones marcadamente matriarcales, en donde la sociedad concede cierta licencia a quien preserva su rol marital incluso en el libertinaje.
El acoso a la ética matrimonial
El socialismo del siglo 21 manifiesto en la agenda 2030 ha denunciado, con su afán de igualdad, que toda sociedad dominada por hombres es injusta, y que solo aquellos hombres o mujeres que apoyan la diversidad sexual, incluyendo la lujuria, son dignos de gobernar. Algunos líderes modernos van aún más lejos afirmando con orgullo que no son machos en su sexualidad sino más bien femeninos, gay o bisexuales, lo que les da lucrativos puestos de trabajo, en virtud del afán post-moderno de mostrarse más diversos e inclusivos que justos o sinceros. La democracia participativa se torna así en ismos participativos, un concurso por integrar toda categoría advenediza que se presente como sui generis, en detrimento de la gran mayoría que, sin agenda política particular, es excluida en la categoría de la normalidad.
Paradójicamente, tal solicitud, que forma parte de la agenda 2030, critica una moralidad que, sin embargo, es necesaria para empoderar a sus miembros recién convertidos. Ser parte del colectivo LGTB hoy en día es liberarse de las condenas sociales contra un pasado que quemó brujas, encarceló homosexuales y esclavizó secretamente a niños.
Pero tal medida puede convertirse en una espada de Damocles. Criticar el matrimonio por su hipocresía es criticar las convenciones sociales, y puede parecer absurdo a la mayoría de los ciudadanos como criticar a un gobernante por no gobernar bien todo el tiempo, o como desacreditar un ritual por ser un compendio de convenciones incómodas (arrodillarse, repetir como autómatas, golpes en el pecho, etc.).
Tanto antropólogos como Levi Strauss, como mitólogos como Joseph Campbell han señalado el valor de las convenciones sociales, algo que ya Confucio prescribía en sus escritos.
No es principalmente la fe, sino el respeto por los cultos y tradiciones antiguos lo que hace de China una gran nación.
Las convenciones sociales, incluso más que las leyes, son contratos éticos que permiten a la sociedad estructurarse y no caer en el caos.
La estética como movimiento político
El escudo ideológico socialista, el de excusar cualquier crimen bajo la pretensión de que se realiza en beneficio del marginado, ha sido rápidamente adoptado por los primeros líderes políticos del movimiento LGTB & co, de la misma manera que todos los movimientos étnicos fueron apropiados por sus primeros oradores.
Aquí se trata de partidos políticos, no de inclusión individual.
Cualquier nuevo miembro del Partido Republicano será tratado con la misma indiferencia que cualquier nuevo miembro del movimiento LGTB. Eso explica por qué el filósofo Michel Foucault siempre rechazó ser identificado con el movimiento LGTB en la década de 1980. Al etiquetarme en un movimiento político me convierto en un paria filosófico, incapaz de pensar libremente sobre temas que pueden perturbar a los miembros de la facción política con la que me he identificado.
El criminal como héroe trágico
Desde la década de 1970, películas de vigilantes como las de Dirty Harry y las de Charles Bronson anticiparon esta comprensión; es suficiente para que un criminal demuestre que está loco para convertirse en inocente. Luis Buñuel fue más lejos y en "El fantasma de la libertad" convirtió a un asesino en serie en un Casanova acosado por mujeres, una sátira o retrato realista de la biografía de Carlos El Terrorista.
Pues la violencia, como el deseo, es una pasión más aguda en los hombres que en las mujeres, y no solo debido a su constitución física, sino también a las expectativas que la sociedad impone sobre los varones. Son los soldados, los deportistas, los luchadores, los campeones, los líderes, los cuidadores del hogar, los responsables últimos de lo grandioso y bajo en cualquier nación, civilización o credo.
Pero, más allá de tales designaciones, los hombres son seres humanos, capaces de ser atormentados por sus propios miedos y de matar a los suyos, como lo hizo Hércules en las tragedias de Eurípides y Séneca.
Las Bacantes
En Las Bacantes de Eurípides, Ágave es una mujer que devora a su hijo ya adulto, Penteo, tras haberse drogado con hierbas prescritas para la adoración a Dionisio. Dado que Penteo es un rey adulto, el acto es atribuido no a la libre voluntad de su madre, sino a la ira de Dionisio.
Fobos y Deimos personifican el miedo y el terror en la batalla. Eran hijos de Ares, el dios de la guerra, Eris, la diosa de la discordia y la rivalidad, despertaba sentimientos de enojo y odio entre los dioses y los mortales. Su papel en la mitología griega está vinculado a la creación del conflicto y la discordia.
A pesar de carecer de dolo, Ágave lamenta en desgarradores versos su impiedad hacia su hijo asesinado. Su monólogo que se asemeja al de las mujeres que, poseídas por el odio (Fobos) o el miedo (Eris) lamentan años después el haber abortado a sus hijos.
AGAVE
Ay de mi pobre hijo, mi único hijo,
destruido por la locura báquica de su madre.
¿Cómo pudieron estas manos mías, que tanto lo amaban,
Le he desgarrado estos miembros, le he arrancado la carne.
…
¡Oh, cómo solía correr hacia mí!
buscando seguridad del amor de su madre.
Su rostro era hermoso, al borde de la virilidad[i].
Su parangón histórico es, discutiblemente, el de Catalina de Medici, quien, según varios historiadores, envenenó a sus hijos para mantenerse en el poder, o Wu Zetian, quien mandó matar a su primogénito para coronarse única emperatriz de China. Casi todos los días, de hecho, leemos noticias de mujeres que asesinan a su prole por diversos motivos, principalmente celos. La justicia cae sobre ellas con toda su rigidez, por lo que varias de ellas prefieren suicidarse. ¿A qué se debe esa inclinación maternal a exterminar su prole?
No es exclusiva de los humanos, como vemos en la naturaleza: los pichones de las aves que sean tocadas por otros son, por lo general, sacrificados.
Medea
Pero es Medea la tragedia que más nos acerca al tema del aborto. Escribe Heródoto en sus libros de la Historia que la primera ofensa entre Asia y Europa no fue el escape de Helena, sino el rapto de Medea, a quien Jasón sedujo para obtener el vellocino de oro.
Su sacrificio, traicionando a su padre y abandonando a los suyos por amor, contrasta con el de Helena, quien fue honrada por Paris. Traicionada y ofendida por Jasón, con quien tuvo varios hijos, Medea arde de ira cuando se entera que su marido la abandonará por una mujer más joven que ella, Ariadna, princesa de Creta. Su furia es tal que confabula la muerte de la amada de Jasón para luego acuchillar a sus hijos. Su propósito primordial es la venganza:
MEDEA
Habría pronunciado un largo discurso refutando
Tus argumentos, si el padre Zeus no supiera
Lo que obtuviste de mí y lo que hiciste a cambio.
No ibas a tratar mi cama con deshonra.
Y pasar una vida placentera riéndote de mí.
Ni la princesa y el padre que te la entregó
me exiliarán y saldrán impunes.
Así que llámame, si quieres, leona,
Una Escila que habita en la tierra de Etruria,
Porque apropiadamente he clavado mi puñal en tu corazón[ii].
Los lectores de la tragedia se debaten aún hoy en día si Medea obró bien o mal. Su crueldad para con sus hijos es desmedida, pero al mismo tiempo comprensible, a la luz del despreciable comportamiento de Jasón. Medea justifica también su filicidio, en versos que retratan el oneroso futuro que les hubiera aguardado como hijastros, incluso después de sepultados:
JASÓN
Dame los cadáveres para enterrarlos y luego llorar por ellos.
MEDIA
No, al contrario, mi mano los enterrará,
Después de llevarlos al santuario de Hera en el acantilado,
Así ninguno de mis enemigos los insultará
Desenterrándolos de sus tumbas. En este país de Sísifo,
Asignaremos una fiesta sagrada y rituales.
Como futuro memorial de este crimen impío.
Yo misma voy al país de Erecteo,
Atenas, para vivir con Egeo, hijo de Pandion.
Puesto que eres vil, tu muerte será apropiadamente cruel:
Un trozo de tu barco Argo te golpeará en la cabeza.
Una amarga terminación de tu matrimonio conmigo[iii].
¿No son las razones de Medea las mismas que, cinco mil años después, argumentan tantas mujeres que defienden el derecho al aborto?
Recordemos que en la antigua Roma el padre tenía el poder de la patria potestad sobre sus hijos, esto es, el poder de asesinarlos hasta que éstos cumplieran su mayoría de edad. Dicha licencia, ¿no es equivalente al de las mujeres que deciden asesinar a sus hijos antes de que nazcan, sea por despecho, por miedo a la pobreza o por venganza?
Sus motivos varían en cierta forma de los de Medea: ésta quería vengarse de su traicionero amante y de un futuro incierto como esposa despreciada, aquellas de una sociedad que, en caso de la ausencia de un padre, delega la crianza y mantenimiento de sus hijos a sus cuidados y trabajo.
¿O no es la mujer la que ha de cuidar al bebé en su vientre y nutrirlo durante su infancia, en medio de un ambiente a menudo áspero e indolente? Medea nos enseña que toda mujer tiene argumentos para disponer del destino no solo de sus fetos, sino de sus niños.
Personalmente no estoy de acuerdo con el aborto, pues hoy día existen instituciones de adopción dispuestas a recoger todo bebé o niño indeseado, pero no puedo dejar de comprender los argumentos de una mujer vejada como Medea, tal y como lo manifiesto en mi adaptación de su tragedia a la realidad política de Colombia.
Medea Bacatá, el aborto como resultado del caos social
Al concluir mis estudios universitarios, había desarrollado una teoría inspirada en los trabajos de grandes dramaturgos y las reflexiones de Nietzsche sobre el surgimiento de la tragedia. Según mi punto de vista, el desdén era la lacra más arraigada en la sociedad colombiana. Por ese motivo, el poeta debía dar voz a los individuos más despreciados por la sociedad: agricultores trastornados, criadas ladronas, desempleados resentidos o sicarios desesperados.
¡Cuánta dicha gozan los habitantes,
que crecen sin que sus inocentes caigan
asesinados por sus gobernantes,
o por rebeldes que al poder aspiran!
(Medea Bacatá, 1523 – 6 [iv])
En la capital, al igual que en las principales ciudades de Colombia, la guerrilla, la delincuencia y el narcotráfico han sido el trasfondo de una oleada de muerte. ¿Cómo concienciar a los espectadores sobre la paz y fomentar un mayor respeto por la vida? Esa ha sido la interrogante que nuestra generación literaria ha tratado de responder.
Medea Bacatá se fundamenta en un suceso verídico. En 1993, durante mi estudio del griego antiguo en la Universidad Javeriana, leí la crónica de una mujer que había envenenado a su cónyuge y sus tres hijos.
Las pasiones destructivas de Orestes o Antígona no se limitan a las familias influyentes, como lo había establecido Aristóteles en su "Poética". La frase de Terencio, "Soy un ser humano: nada relacionado con la humanidad me es ajeno", reafirmó mi visión humanista en una época de literaturas inciertas.
"Medea Bacatá" traslada la antigua leyenda de Eurípides a la urbe de Bogotá, Colombia, en medio del escenario marcado por la persistente violencia que ha asolado el país durante décadas. Medea es una mujer campesina que habita en un barrio humilde de la ciudad. Su esposo, Pedro, trabaja para un grupo armado ilegal y la abandona por una gitana del área. Este suceso desencadena los planes de venganza de Medea.
Actualizo en “Medea Bacatá” un antiguo mito griego para reflexionar sobre la violencia contemporánea en Colombia. Los personajes de Medea, tales como su hijo perdido, Juan, exploran temas como la violencia doméstica, la corrupción política y la guerra civil. Como en toda tragedia, Medea es un personaje complejo, no simplemente una víctima o una villana, sino una mujer que se debate entre el dolor y la búsqueda de justicia.
Bogotá es el nombre castellanizado de Bacatá, nombre con el que los Muiscas fundaron la ciudad. Desde los años 60, Colombia ha estado envuelta en violencia política, narcotráfico y conflictos armados. Miles han perdido la vida o han sido desplazados a la capital de la nación colombiana, causando un arraigado trauma social, caldo putrefacto que se enmohece en el resentimiento, la ansiedad y la impotencia, nutriendo tragedias como el aborto y el filicidio.
La obra cuestiona la violencia política y su impacto, representando el modo en que la venganza y la violencia generan más dolor y sufrimiento:
Pues acentúas mi dolor y presiento
Que la furia de tus crímenes se vierte
Contra mi progenie, mi único aliento,
Y preveo venganzas que contra ella traman
Hijos de los muertos, muertos por tus manos.
Somos convictos, furias que braman;
Predicamos paz, perdón esquivamos
Preservamos odios milenarios
(Medea Bacatá, 1061 – 9)
[i] Eurípides, Bacantes, del inglés de Ian Johnston. Faenum Publishing: Oxford, OH, 2015. [ii] Euripides, Medea, del inglés de A.J. Podlecki. Focus Classical Library: Newburyport, 1996. [iii] Ibídem. [iv] Santander Ferreira, H. Noël (2021). Medea Bacatá: Tragedia colombiana (Teatro) (4th ed.). Stanley.

[i] Reber, A., Miller Jr, W., & Baluska, F. (2023). Consciousness: unicellular organisms know the secret. Nature, 620, 37-37. [ii] Pereira, C. (2015). "Quantum Consciousness in Animals" in Journal of Metaphysics and Connected Consciousness, 2. [iii] Mancuso, S., & Viola, A. (2015). Brilliant Green: The Surprising History and Science of Plant Intelligence, translated by J. Benham. Island Press, 30. [iv] Ibídem. Página 31. [v] Maeterlinck, M. (1922). L'intelligence des fleurs. Paris: E. Fasquelle. [vi] Rivera, J. E. (1985). La Vorágine. [vii] Mancuso, S., & Viola, A. (2015). (Op. Cit.). [viii] Thompson, J. J. (1971). A Defense of Abortion. Philosophy & Public Affairs, 1(1). [ix] Ibídem. [x] West, S. G. (2007). An overview of filicide. Psychiatry (Edgmont), 4(2). [xi] Eurípides, Bacantes, del inglés de Ian Johnston. Faenum Publishing: Oxford, OH, 2015. [xii] Euripides, Medea, del inglés de A.J. Podlecki. Focus Classical Library: Newburyport, 1996. [xiii] Ibídem.


















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