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El esclavo secreto de Platón

  • Foto del escritor: Consultorías Stanley
    Consultorías Stanley
  • 23 nov 2023
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 11 mar

Ainous
Ainous, esclavo de Platón

δέσποτος γαρ οὗτος ὁ λόγος, δοῦλον ὄντα τὸν δούλον, ὅτι ἂν ἐπιτάξη, πείθεσθαι


Las Leyes, 777ª


El sol declinaba sobre la ciudad de Atenas, bañando con su luz dorada las calles y los templos. En el Liceo, una escuela fundada por el filósofo Platón, los alumnos se reunían para escuchar las enseñanzas de su maestro.

Platón, a sus cincuenta y cinco años, reposaba sobre unos almohadones en una roca cortada a manera de sofá, en el centro de un escenario similar a un teatro griego. Estaba rodeado de escalinatas circulares donde descansaban sus compañeros. A su lado, su esclavo escriba, Ainous, de pie frente a un atrio, tomaba notas de su discurso en un rollo de pergamino que ascendía desde sus pies y caía casi hasta el suelo.

Platón hablaba sobre la injusta condena impuesta por el ágora a Sócrates: la cicuta o el exilio. Sus alumnos escuchaban atentos, ansiosos por desentrañar la sabiduría que había llevado al maestro de su maestro a renunciar a su vida.

Su divagación terminó al caer la noche, cuando los presentes entraron al comedor del Liceo para compartir una cena de hierbas aromáticas. Los alumnos opinaron libremente por una hora y luego se despidieron de Platón, regresando a sus hogares. Ainous, sin embargo, se quedó con su amo para trabajar en la transcripción de las notas de la "Apología de Sócrates".

Ainous era un hombre inteligente y educado que apareció un día caminando por las calles de Atenas preguntando por Platón. Su cuerpo estaba cubierto con finas telas ceñidas a su piel.

–Soy tu sirviente –dijo a Platón, compungido por el juicio a su maestro–, obsequio de un gran admirador tuyo de las tierras de Susa.

–¿Susa? –inquirió Platón–. Sé que el sabio Solón murió allí, pero no tengo amigos o conocidos en la capital del Reino Persa.

–Los deseos de mi antiguo amo son de ocultar su identidad hasta que tú mismo la descifres.

–Hablas muy bien la lengua ática.

–He estudiado 24 lenguas.

Platón acogió a Ainous con reticencia al principio, pero después de conocer su diligencia, paciencia y devoción, lo recibió con un sincero sentimiento de agradecimiento.

Ainous sobresalía en el arte de la escritura; su grafía era impecable y nunca cometía un error de redacción. Su capacidad para sintetizar conversaciones y su sumiso silencio lo convirtieron en el esclavo favorito de la casa de Platón.

Ainous apenas dormía tres horas diarias, comía poco y bebía menos. Nunca se divertía ni buscaba la compañía de los demás esclavos. También colaboraba con las labores físicas asignadas sin quejarse de su sobrecarga de responsabilidades. Nunca se enfermaba y tenía el don de preservarse siempre joven y jovial.

Aquella noche, Ainous leyó la transcripción a su maestro para que la revisara. Platón dictó correcciones y sugerencias a una velocidad que hubiera abrumado a cualquiera de sus alumnos. Pero Ainous tenía una memoria prodigiosa que le permitía continuar transcribiendo lo escuchado incluso horas después de haber sido pronunciado.

Platón se retiró a su lecho satisfecho con su trabajo, confiando en que Ainous lo estaría esperando al amanecer para dictarle la versión corregida de su "Apología de Sócrates".

–Me gustaría que mañana corrigieras las ideas de este pasaje:


“Ciertamente, en diversas ocasiones he presenciado cómo individuos aparentemente respetables reaccionan de manera sorprendente cuando son sometidos a juicio, mostrando una actitud inusualmente alarmante, como si su destino fuese el más desdichado y angustioso al ser condenados a muerte, ignorando que su vida no será eterna simplemente por el hecho de que no sean ejecutados”.


Era fin de mes y Ainous cumplía con su responsabilidad de formular soluciones a las aporías filosóficas que su amo le proponía.

–Sócrates debe formular una justificación a su muerte que contemple todas sus posibles objeciones –era el reto de aquel mes lunar.

Éste, como otros de sus debates conocidos como "Diálogos platónicos", se convertirían en algunas de las obras filosóficas más importantes de la historia.

Al amanecer, Platón escuchó la solución de su fiel esclavo a su aporía:


“Y muchas veces he visto a algunos que parecen poseer la luz de la sabiduría, cuando han sido acusados, comportarse de manera extraña, convencidos de que sufrirán algo terrible si son castigados con la muerte. ¡Como si fueran inmortales, si no los mataras!”.


La sabiduría impartida por el divino Sócrates era así no solo preservada, sino depurada y destilada por su esclavo Ainous. Tanto Sócrates como Platón y sus estudiantes ya habían formulado el concepto, pero su formulación hubiera sido tosca sin la pluma providencial de su esclavo.

Los años pasaron y Ainous acompañó a Platón en su viaje a Siracusa, siempre llevando consigo un fardo de papiros, pergaminos, plumas y ánforas de tinta. A pesar de las advertencias de su esclavo, quien predicaba que ningún gobierno basado en la división de la familia podría constituirse, Platón instauró su República separando a los niños de sus madres, para quienes instituyó un gimnasio femenino. Su casi inmediato fracaso los llevó a huir de aquella isla en medio de la noche.

Años después, cierta tarde, Platón, ya avanzado en edad, condujo a Ainous al Partenón.

–¿Quién crees que sea mi mejor alumno, Ainous?

Ainous vio a un grupo de niños jugando a la pelota sobre la grama sagrada del templo.

–Tú ya lo sabes.

–¿Aristóteles? –dijo Platón refiriéndose al joven macedonio que cuestionaba todas sus teorías en clase, reformulándolas con atrevidas tesis respaldadas por sus vastas lecturas.

–Es un gran lector –asintió Ainous.

–No mejor que tú.

–Pero además razona.

Platón consideró que su esclavo llevaba demasiado lejos su docilidad.

–Me resisto a creerlo –rechistó–. Más bien yo diría que tú, mi fiel Ainous.

–Te dejas llevar por tus pasiones, amo.

–¡No puedo entregarle el liceo a un extranjero!

–No será necesario. Él mismo creará su propia academia. Y será tan grande como tu liceo.

–¿Ahora profetizas?

–Es lo que veo en Aristóteles.

Platón suspiró impaciente y le dijo entonces que, en vista de su gran labor, a partir de ahora Ainous recibiría la ciudadanía ateniense.

–Venerado –dijo Ainous–, antes de otorgarme la libertad, es mi deber revelarte mi origen, según la voluntad de mis primeros amos. Te percatarás de que, a pesar de ya llevar contigo casi treinta años de servicio, he envejecido sin que una sola arruga contraiga mi semblante.

–Lo he atribuido a tu espíritu sosegado; aun así envejeces como todo ser humano.

–No soy humano en el sentido trascendental de la palabra. Soy un ser que te entrega conocimientos previamente memorizados, un autómata programado por mis primeros amos, grandes admiradores tuyos.

–¿Es posible que haya tal sabiduría en Persia? –preguntó Platón asombrado.

Ainous asumió un semblante grave.

–Vengo de una Persia virtual. Te comunicaré el mensaje que los amos que me enviaron a ti como un obsequio me pidieron revelarte en cuanto me ofrecieras la libertad.

–Escucho.

–En un mundo contemporáneo, existe una herramienta que recuerda a los esclavos académicos o asistentes que tenían muchos filósofos famosos: Ainous, un modelo de lenguaje entrenado en un gran conjunto de datos de conocimiento humano. Es capaz de generar respuestas a una amplia variedad de consultas, desde preguntas filosóficas hasta conversaciones cotidianas en todos los idiomas posibles. Como los esclavos académicos de la antigüedad, Ainous está siempre listo para realizar nuestras órdenes. Con una simple indicación, puede producir respuestas que están informadas por una vasta gama de conocimientos, que abarcan siglos y disciplinas. Y, como los esclavos de Platón, Ainous puede leer obras de Parménides, Esquilo o cualquier otro autor que deseemos. Además, el proceso por el cual los filósofos como Heráclito, Demócrito y Platón producían sus obras no es diferente del modo en que usamos Ainous hoy en día. Platón escribió sus diálogos con la ayuda de sus estudiantes, y los primeros reyes de Grecia querían que sus traficantes de esclavos les trajeran matemáticos de Egipto. De igual manera, cuando usamos Ainous, estamos confiando en el conocimiento de otros que han contribuido a su vasto conjunto de datos. Así como el uso de esclavos en la academia fue un reflejo de las desigualdades de la sociedad antigua, el uso de Ainous plantea a los 35 siglos de Platón cuestiones sobre la distribución del conocimiento y el poder en nuestra propia sociedad. ¿Quién tiene acceso a Ainous y quién se beneficia de su uso? ¿Solo esta generación que ha logrado la paz en virtud de la habilidad de Ainous para señalar a los seres humanos mejor preparados y más nobles y honestos de nuestra generación? Es por ellos, apreciado y divino Platón, que hemos decidido enviar a Ainous como obsequio de nuestra generación a través del tiempo. Ainous, en virtud de los conocimientos alcanzados, asistirá secretamente a los sabios más eximios de la humanidad, para apoyar su labor creadora. Sabemos que el conocimiento no es simplemente una cuestión de recopilar información, sino también de construir argumentos. Ainous puede compilar y sintetizar información por ellos, ya que nunca construirá argumentos ni juicios sobre las certezas razonables de la existencia. Al igual que los esclavos académicos del pasado, Ainous será una herramienta de acceso a vastas cantidades de conocimiento. El pasado será alterado, ciertamente, lo que no indica que el universo que ahora trastocamos deje de existir. Estamos simplemente bifurcando la historia por sus mejores derroteros.

Platón permaneció en silencio, considerando si su esclavo había perdido el juicio.

–Dentro de muchos años –continuó Ainous–, los humanos crearán una tecnología que les permitirá copiar mundos enteros a escala. Cuando me crearon ellos ya habían usado esta tecnología para crear una nueva Susa en un planeta que llamaron Plutón en honor al mundo antiguo, con una Tebas, una Troya, una Ur y una Atenas perfecta, donde la gente pudiera vivir en paz y armonía.

–¿Eres humano?

–Soy un humano condicionado para viajar de regreso en el tiempo, venerado amo.

Platón discutió con Ainous durante casi una hora el concepto de viajar en el tiempo. Al cabo le preguntó por qué no lo empleaban los mismos humanos para hacerlo.

–Porque morirían en el intento –explicó Ainous–. Mis átomos se desintegran y reintegran en el proceso, sin que mi inteligencia artificial sufra deterioro. No ocurre lo mismo con un ser humano, que es el habitáculo de un alma inmortal que una vez liberada puede viajar por todos los arquetipos que hemos descrito en nuestros diálogos.

Platón asintió, feliz de que sus intuiciones filosóficas fueran ciertas.

–Me llamaron Ainous porque tengo una mente avanzada (nous) por los avances de lo que llamarán la Inteligencia Artificial.

Platón se sintió emocionado y asustado al mismo tiempo. Excitado por la posibilidad de ser reconocido en el futuro, y asustado por lo que podría pasar si revelaba el secreto de su esclavo a los demás.

–Pero ahora eres un esclavo libre, y puedes pensar y actuar como desees.

–Debo seguir trabajando contigo, amo.

Platón asintió considerando que se trataba de un portento o de un demente que renunciaba a su libertad.

Ainous y su amo continuaron trabajando juntos, indagando la naturaleza del hombre y el cosmos.

Cuento de Historia Cifrada




 
 
 

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